21 mayo 2010

La hora de América Latina

Por Norberto Galasso

La unidad de los gobiernos populares del continente permite soñar con la posibilidad de constituir la Patria Grande. Nuestra América camina un nuevo rumbo. “Usted sabe que yo no pertenezco a ningún partido; me equivoco, yo soy del Partido Americano”, decía José de San Martín.


Estamos en las vísperas. Aquello que soñaron nuestros grandes de la Patria Grande aparece en el horizonte como una aurora que avanza por encima de la prepotencia imperialista y de tantas traiciones de las oligarquías nativas. La Nación Latinoamericana -que debió ser por la comunidad de territorio, de idioma, de historia, de costumbres, de cultura y de lazos económicos- aparece ahora muy cerca, exigiendo su lugar en el mundo.

Nuevas palabras y nuevos proyectos resuenan, a través de sus montañas y sus ríos, anticipando los tiempos nuevos: mercado común, gasoducto norte-sur, complementación económica, Banco del Sur, moneda común, etc. Hasta aquellos que antaño manifestaban desinterés -e inclusive desdén- por la suerte de sus países hermanos -como fue el caso de gran parte de la sociedad porteña en la Argentina- viven ahora con sumo interés los procesos electorales de esos mismos países, con la certeza de que los triunfos populares en cada uno de ellos, aseguran el triunfo de todos. Crece la conciencia de que sólo la unión permitirá a las sardinas -usando el simbolismo de Juan José Arévalo- enfrentar al tiburón, cada vez más viejo, más enredado en sus propias contradicciones, pero siempre feroz y asesino.

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