Patrón de violencia represiva en Honduras
El organismo denunció la persecución de jueces que  condenaron el golpe por parte de la Corte Suprema y la violencia  sistemática ejercida en contra de periodistas y activistas de la  Resistencia. También condenó la impunidad de los represores.
Por María Laura Carpineta
Casi  un año después, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)  volvió a Honduras y se encontró con que poco había cambiado con la  supuesta vuelta de la democracia. “Sin perjuicio de la alta tasa de  criminalidad que en general existe en Honduras, la CIDH considera que  las denuncias recibidas podrían responder al mismo patrón de violencia  que la CIDH denunció en el informe publicado el 20 de enero de 2010”,  concluyó el órgano autónomo de la OEA, en un comunicado difundido esta  semana. 
En enero, la comisión había sido lapidaria con la dictadura de Roberto Micheletti y la represión estatal sistemática contra todos los opositores al golpe de Estado, que había destituido al presidente Manuel Zelaya el 28 de junio pasado. Hoy, bajo un gobierno, en apariencia democrático y reconocido por Europa y Estados Unidos, los detractores del golpe siguen siendo perseguidos y los represores sueltos. En sintonía con ese diagnóstico, la organización internacional Casa Alianza denunció que en los últimos cuatro meses –“bajo democracia”– 157 personas menores de 23 años fueron ejecutadas o asesinadas. Todos en un marco de impunidad total. La CIDH ejemplificó sus conclusiones con el último caso de persecución política, que aún resuena en la prensa internacional. “De especial preocupación son los actos de hostigamiento contra jueces y juezas que participaron en actividades contra el golpe de Estado”, advirtió el órgano de la OEA. Hace dos semanas la Corte Suprema dio un nueva muestra de su solidaridad con los golpistas al despedir a cuatro jueces, Alonso Chévez, Guillermo López, Ramón Enrique Barrios, la magistrada de la Corte de Apelaciones Tirza del Carmen Flores Lanza y el defensor público Osman Fajardo Morel. Todos era miembros de los tribunales de San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante del país y su centro económico, y todos se habían pronunciado, de una manera u otra, contra el golpe.
En enero, la comisión había sido lapidaria con la dictadura de Roberto Micheletti y la represión estatal sistemática contra todos los opositores al golpe de Estado, que había destituido al presidente Manuel Zelaya el 28 de junio pasado. Hoy, bajo un gobierno, en apariencia democrático y reconocido por Europa y Estados Unidos, los detractores del golpe siguen siendo perseguidos y los represores sueltos. En sintonía con ese diagnóstico, la organización internacional Casa Alianza denunció que en los últimos cuatro meses –“bajo democracia”– 157 personas menores de 23 años fueron ejecutadas o asesinadas. Todos en un marco de impunidad total. La CIDH ejemplificó sus conclusiones con el último caso de persecución política, que aún resuena en la prensa internacional. “De especial preocupación son los actos de hostigamiento contra jueces y juezas que participaron en actividades contra el golpe de Estado”, advirtió el órgano de la OEA. Hace dos semanas la Corte Suprema dio un nueva muestra de su solidaridad con los golpistas al despedir a cuatro jueces, Alonso Chévez, Guillermo López, Ramón Enrique Barrios, la magistrada de la Corte de Apelaciones Tirza del Carmen Flores Lanza y el defensor público Osman Fajardo Morel. Todos era miembros de los tribunales de San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante del país y su centro económico, y todos se habían pronunciado, de una manera u otra, contra el golpe.
Desde la presidencia de Ricardo Maduro, el predecesor de Zelaya, la Corte Suprema tiene la prerrogativa de trasladar y hasta despedir a cualquier juez, argumentando irregularidades en su trabajo. En Honduras el Poder Judicial no tiene un órgano que se ocupe de los procesos disciplinarios como el Consejo de la Magistratura en Argentina. Todo recae en la voluntad de la Corte Suprema, la misma que legitimó el golpe contra Zelaya y rechazó juzgar a la cúpula militar. “La mayoría de los jueces de la Corte no son jueces de carrera, eran abogados litigantes que representaban a las grandes empresas. Fueron nombrados, no por su probada trayectoria, sino por su probada militancia”, denunció Bertha Oliva, dirigente del Cofadeh, una de las principales organizaciones de derechos humanos del país.
En diálogo telefónico con este diario, Oliva recordó que fueron jueces como los hoy sancionados y en huelga de hambre los que ayudaron al Cofadeh y las otras organizaciones a sacar de la cárcel y las comisarías a las decenas de opositores que todos los días eran detenidos por la dictadura. “Algunos incluso actuaron de oficio. Iban a las comisarías y veían las detenciones ilegales y los malos tratos. Redactaban los hábeas corpus y se los enviaban a otros jueces para que los ejecuten”, relató, con una mezcla de bronca e impotencia.
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