05 febrero 2012

Historia del Estado profundo en Estado Unidos (Segunda parte)

El «Proyecto Juicio Final» y los eventos profundos: el asesinato de JFK, el Watergate, el Irangate y el 11 de septiembre

por Peter Dale Scott / Red Voltaire | 4 de febrero de 2012

Para ver la primera parte de esta investigación pulsar aquí

En la segunda parte de su estudio sobre el Estado profundo estadounidense, Peter Dale Scott analiza el asesinato de Robert Kennedy, el Watergate y el escándalo Irán-Contras [también conocido como Irangate. NdT.]. Mediante la manipulación de esos hechos, el complejo militaro-industrial se apoderó progresivamente del poder en un país que ahora vive bajo un estado de urgencia permanente. Según este historiador canadiense, la primera exigencia de un movimiento como Occupy Wall Street debería ser la abrogación de la Patriot Act, que legaliza la solución de la crisis política en Estados Unidos por la vía militar.

La extensión de los poderes represivos posterior a los eventos profundos

Todos los eventos profundos anteriormente mencionados han conducido a la atribución a Washington de poderes represivos cada vez más numerosos. Por ejemplo, es evidente que la Comisión Warren utilizó el asesinato de Kennedy para recrudecer la vigilancia de la CIA sobre la ciudadanía estadounidense. Como escribí en mi libro Deep politics, era este el resultado «de las controvertidas recomendaciones de la Comisión Warren imponiendo que se ampliaran las responsabilidades del Servicio Secreto en materia de vigilancia interna (WR 25-26). Paradójicamente, esta última [la Comisión Warren] concluyó que Oswald había actuado solo (WR 22) […], pero también que el Servicio Secreto, el FBI y la CIA debían coordinar más estrechamente la vigilancia sobre los grupos organizados (WR 463). En particular, recomendó al Servicio Secreto que se dotara de una base informática de datos compatible con la que ya había elaborado la CIA» [1].

Este esquema se repetirá 4 años después con el asesinato de Robert Kennedy [también llamado RFK o Bobby]. En las 24 horas transcurridas entre los disparos que alcanzaron a Bobby Kennedy y su deceso, el Congreso adoptó con carácter urgente una ley ya redactada de antemano (como también lo estaban la Resolución del golfo de Tonkín de 1964 y la Patriot Act de 2001) –ley amplió nuevamente los poderes secretos conferidos al Servicio Secreto en nombre de la protección de los candidatos a la presidencia [2].
No se trataba de un cambio insignificante o benigno. Esa ley, aprobada con la mayor premura bajo la administración Johnson, dio lugar a algunos de los peores excesos de la era Nixon. [3]

Ese cambio contribuyó también al caos y los actos de violencia ocurridos en 1968 durante la Convención Demócrata de Chicago. Agentes de vigilancia de la Inteligencia Militar asignados al Servicio Secreto operaban entonces dentro y fuera de la sala de reuniones. Varios de aquellos agentes equiparon a los «gamberros de la Legion of Justice, como la Chicago Red Squad [que] cometió actos de brutalidad contra los grupos antibelicistas locales» [4].

Fue así como los nuevos poderes secretos conferidos después del asesinato de Robert Kennedy propiciaron el catastrófico desorden de la Convención de Chicago, que prácticamente destruyó el viejo Partido Demócrata representante de los sindicatos. Los tres presidentes demócratas elegidos después de aquello fueron mucho más conservadores.