El posible triunfo del PRI en el 2012 es visto por la burguesía –y por sectores del régimen de EEUU– como una alternativa para lograr la estabilidad política
La caída del helicóptero en que viajaba Francisco Blake Mora despertó hipótesis en torno a si se trató de alguna clase de sabotaje, debido a que es el tercer funcionario de alto nivel que muere –desde el año 2005– en un “accidente”. Cuando todavía falta un año del gobierno de Calderón, la perspectiva es inestabilidad política para el gobierno, y nuevas privaciones, ataque a las conquistas y a las libertades para los trabajadores, la juventud y el pueblo. Sólo una respuesta obrera y popular puede evitar más barbarie, explotación y miseria.
Un estado “infiltrado” y en proceso de creciente descomposición
Independientemente de hipótesis y elucubraciones, el solo hecho de que se plantee la posibilidad de un atentado echa luz sobre el peso que ha adquirido el llamado “crimen organizado”. Esto es resultado de la asociación entre los carteles del narco y sectores policiales, políticos y empresariales, provocando una creciente descomposición del estado.
La misma se manifiesta en el poder de fuego del narco, en su capacidad de reclutamiento y en su dominio sobre zonas enteras, como se evidencia en la lucha por el control de “plazas” como Veracruz y Monterrey. Mientras el estado aparece menguado y sin el “monopolio” de la violencia, al mismo tiempo recibe duros golpes mediáticos, como los cuestionamientos de organismos internacionales (Human Rights) que sostienen que el ejército violó los derechos humanos.
Ante esto, el ascenso del PRI y su posible triunfo en el 2012 es visto por la burguesía –y seguramente por sectores de la administración norteamericana– como una alternativa para lograr la estabilidad política que requieren los negocios capitalistas, y que–gracias a ser la principal fuerza política y tener peso institucional– podría establecer nuevos acuerdos y negociaciones con sectores del narco. No es casual que las elecciones en Michoacán, donde ganó el PRI, se hayan realizado “pacíficamente”; en un estado que tenía amplias zonas en manos del narco eso expresa, más que el control del gobierno federal, una decisión de los carteles de permitir el triunfo priista.
Ataques paramilitares y represión estatal
La llamada “guerra contra el narcotráfico” es la mayor expresión de la barbarie capitalista, motorizada además por la voluntad imperialista de transformar a México en un “estado asociado” cuyas políticas de seguridad son dictadas desde Washington. Esto va de la mano de un profundo proceso de descomposición social que ataca a las clases populares y de un aumento inusitado de la militarización, que restringe las libertades democráticas y profundiza los rasgos autoritarios de la degradada “democracia”.
En ese marco, hace algunas semanas fue asesinado Carlos Cuevas, activista universitario y tesista de la UNAM. Pocos días después, 28 manifestantes fueron detenidos en Ciudad Juárez, Chihuahua, golpeados y amenazados de muerte por la siniestra policía municipal. Ambos hechos podrían indicar que, aprovechando el manto de impunidad y de naturalización de la violencia contra la población, se preparan nuevos ataques paramilitares contra el activismo, así como nuevas acciones represivas del Estado. Pocos días después, vimos también la represión del Gobierno del Distrito Federal contra los trabajadores de Mexicana. El objetivo es amedrentar y evitar nuevas movilizaciones contra los planes de entrega y la militarización. Como planteamos en este periódico, contra esto es fundamental dar una respuesta enérgica, mediante el impulso de la amplia movilización democrática.
Se preparan nuevos ataques contra los trabajadores
Mientras los partidos del Congreso dirimen quién administrará los negocios capitalistas a partir del 2012 y los triunfos priistas en el Estado de México y Michoacán muestran que el PRI se prepara a volver a Los Pinos [casa presidencial], se avizora la ofensiva que preparan y la creciente derechización del régimen político. Sus dos pilares (el PRI y el PAN) coinciden, con discurso neoliberal, en entregar Pemex a los capitalistas. Y es que, ante la crisis económica, la “receta” es la de siempre: devaluaciones que afectan el poder adquisitivo, despidos, privatizaciones y entrega a las transnacionales.
Mientras tanto, en el PRD tratan de aparecer como “potables” para los empresarios y el imperialismo, como evidenció López Obrador en sus encuentros nacionales y en su gira en los Estados Unidos. El flamante candidato del Movimiento Progresista “modera” su discurso, mostrando que su política también busca preservar la dominación capitalista y su régimen político subordinado a los dictados de la Casa Blanca.
Los representantes políticos de los capitalistas se aprovechan de que –después de la derrota del SME y a pesar de acciones de lucha como las del magisterio en distintos estados del país–, la resistencia obrera y popular menguó coyunturalmente. Por su parte el movimiento democrático, bajo la estrategia dialoguista de Javier Sicilia, no se desarrolló. Los sectores que resisten –como los trabajadores de Mexicana, los maestros y normalistas del DF o los trabajadores democráticos de la salud– sufren la represión, los despidos y la persecución charril.
Sin embargo, ante la crisis económica y la militarización, el descontento crece. Los discursos de las charriles COR y CROC afirmando que “movilizarán”, muestra que hay bronca en las bases de sus sindicatos. Pero, para que lograr una verdadera movilización en las calles, será necesario superar a las direcciones oficialistas y opositoras adversarias de esta perspectiva. (...)
Retomar la movilización y la lucha
El asesinato de Carlos Cuevas y la represión contra los activistas de Ciudad Juárez anunciaba el carácter duro que tomará la lucha de clases en nuestro país; y pocos días después, la represión en el plantón de Mexicana y los despidos a delegados del magisterio, lo confirmaba. Esto ya fue anticipado por la represión al pueblo de Oaxaca y de Morelos (2006), por los asesinatos de militantes de la Otra Campaña durante muchos años. Echa luz (¡una vez más!) sobre la impotencia política de quienes enarbolaron un discurso pacifista –por ejemplo durante la lucha del SME y el movimiento contra el fraude– de que se le puede torcer el brazo a los partidos de la burguesía sin confrontar sus instituciones, sin realizar grandes acciones de lucha, y de movilización, y sin apelar a la justa violencia de los explotados y oprimidos contra los explotadores.
Cambiar radicalmente esta política es una cuestión de sobrevivencia frente a los ataques de la reacción, que siempre se envalentona cuando no encuentra respuesta de los trabajadores y la juventud. Y esto es una cuestión de primer orden para la política de los socialistas: en cada acción de resistencia obrera, en cada movilización contra el asesinato de Carlos y en defensa de los compañeros reprimidos por el gobierno, en cada plantón que sufre el acoso policial (como los compañeros normalistas) nos jugamos el derecho a la existencia de una alternativa socialista en México. (...)