Sensateces
Por Horacio Sacco | www.elortiva.org
Hablo por mi generación, crecida a la sombra de eternas dictaduras que siempre prometían un futuro mejor y dejaron un saldo ignominoso.
Hablo por quienes hemos visto desfilar obispos, purpurados, santidades, cardenales, eminencias, monseñores y nuncios de puntillosas y estrafalarias vestimentas y ridículos y carnavalescos bonetes, siempre prestos para mezquinarle oídos a la voz del pueblo y bendecir con satisfacción y alegría torturadores y asesinos.
Hablo en nombre de los machos bien machos que se voltearon a todas las hembras bien hembras que pudieron y se dejaron. Hablo en nombre de los sentidos que nos dan sentido y de las palabras que nos hablan.
Durante mucho tiempo a ellos y ellas les dijimos trolos, maricones, afeminados, putos, invertidos, travesaños, tragasables, marcha atrás, trapos y un largo etcétera de expresiones populares cancheras, humorísticas, risueñas, sagaces, astutas, ácidas, discriminatorias, despreciativas, humillantes, hipócritas y crueles. Sobre todo crueles.
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Durante mucho tiempo hemos bromeado, nos hemos reído, mofado y burlado hasta el hartazgo.
Cuando nos dió tanta vegüenza y quisimos ser un poco compasivos les dijimos "diferentes".
Cuando pretendimos ser audazmente modernos les dijimos gays.
Cuando necesitamos hacernos los superados les dijimos glbt.
Tristes de tristeza infinita inventamos un mundo perfecto con mamases y papases que cenan juntos y cojen los jueves a la noche.
Un mundo de cándidos niños merecedores de tener papases y mamases felices que cenan juntos y cojen los jueves a la noche.
Machos y hembras respetuosos de la ley y el orden natural como dios manda.
Como si esa sola condición bastara para alcanzar el cielo, la gracia de dios y ser normales.
Nosotros, heterosexuales que nos amamos tranto, no podemos permitir que los morfetas, tragaleches, tortas, mariquitas y bufarrones, que obviamente no pueden engendrar como dios, los solemnes púlpitos y el sagrado orden natural mandan, sean también mamases y papases felices.
No es posible que comilones, culorotos, chupapijas, tortilleras y traviesas sean tan felices.
Atravesados por las palabras, al final de este largo, muy largo camino, de veladas o explícitas y crueles incriminaciones y aberrantes discriminaciones, estamos hartos de palabras, hastiados de sensateces, de sentidos comunes, de justicias y moderaciones que los herterosexuales pedimos pero que no otorgamos.
Por todo ello, queridos y sensatos congéneres, queridos admonizadores de dedito levantado, queridos impugnadores de la felicidad ajena, queridos machos bien machos y hembras bien hembras que cenan juntos y cojen los jueves a la noche, como dios y los célibes eclesiásticos que no cojieron nunca mandan, queridos obispos, purpurados, santidades, cardenales, eminencias, monseñores y nuncios de puntillosas y estrafalarias vestimentas y ridículos y carnavalescos bonetes:
¿por qué no se van un poquito a la concha de su madre?