09 mayo 2010

¿Unaqué?

Por José Natanson

Desde hace dos a o tres décadas, lo que antes se conocía como “América latina”, el inmenso y diverso territorio ubicado al sur del río Bravo, se ha ido dividiendo. México, Centroamérica y el Caribe se encuentran ya irremediable_ mente atados a Estados Unidos, tal como demuestran algunos ejemplos sencillos: un tercio de la población de El Salvador (3,1 millones) vive en Estados Unidos; el 80 por ciento de las exportaciones mexicanas se dirige a ese país y el 67 por ciento de la inversión extranjera proviene de allí; Nicaragua, pese al gobierno sandinista, la sociedad con Hugo Chávez y el ingreso al ALBA, no se ha salido del Tratado de Libre Comercio firmado con Washington, por la sencilla razón de que implicaría la bancarrota inmediata.

En suma, todos estos países se encuentran vinculados con la megapotencia en términos comerciales y económicos, políticos y migracionales, de seguridad (todos forman parte del segundo perímetro de defensa estadounidense), y también, por supuesto, culturales, realidad fácilmente comprobable en algunos anglicismos obvios (en el Caribe y Centroamérica se les dice “carro” a los autos) y en la reacción en espejo generada en Estados Unidos, cuyo último ejemplo es la ley anti-inmigrantes sancionada en Arizona pero cuya manifestación intelectual más importante es el libro filoxenófobo de Samuel Huntington, Quiénes somos.


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