03 junio 2012

1956, cuestión nacional y Guerra Fría

por Domenico Losurdo / Red Voltaire | 2 de junio de 2012

¿Las nuevas reglas internacionales que han venido apareciendo a raíz de la derrota israelí de 2006 en Líbano y del fracaso de la OTAN en Siria en 2012 serán quizás similares a las que prevalecieron en tiempos de la guerra fría? En aquel entonces, el mundo se dividía en zonas de influencia. Cada bando estimulaba la rebelión en casa del vecino, aunque lo hacía obstaculizando a la vez victoria de los sublevados a los que respaldaba. Las aspiraciones nacionales se veían sometidas al predominio de la arquitectura internacional. En un artículo que hoy volvemos a publicar, el filósofo italiano Domenico Losurdo describía, hace ya varios años, el funcionamiento histórico que pudiera aplicarse hoy en día a los dos nuevos bloques: OTAN vs. OCS.

1. Una, dos, tres doctrinas Monroe

Mientras el Ejército Rojo destruía al ejército hitleriano y la invasión germana en Europa del este se desmoronaba, Stalin hacía la siguiente observación:

« «Esta guerra es diferente a todas las anteriores; quien ocupa un territorio impone en él su propio sistema social. Cada cual impone su sistema social, hasta donde logra llegar su ejército: no podría ser de otra forma.» [1]

En 1946, sólo unos meses después de la conclusión del gigantesco conflicto, Ernest Bevin, personalidad de primera línea del partido laborista y ministro inglés de Relaciones Exteriores, estima que el mundo tiende a dividirse «en 3 esferas de influencia que pueden definirse como las 3 grandes doctrinas Monroe», exigidas y asumidas con todos los medios a su alcance por Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña respectivamente [2].
En 1961, durante un encuentro en Viena, después de la poco gloriosa aventura de Bahía de Cochinos, Kennedy protesta ante Kruschov por los resultados del dinamismo de la Revolución cubana: Estados Unidos no puede tolerar un régimen que pretende cuestionar su hegemonía en el «hemisferio occidental», en un «área de interés vital» para Washington, de la misma forma en que la URSS no toleraría «un gobierno proamericano en Varsovia». Si se quiere evitar el holocausto nuclear, es más importante mantener el «equilibrio de los poderes existentes» que respetar la voluntad de los pueblos, y no es posible tolerar cambios que «alteren el equilibrio mundial de poder» [3].

No hay al parecer diferencias fundamentales en la visión de las relaciones internacionales que tienen los tres Estados, y es indudable que la «doctrina Monroe» soviética se aplicó de lleno en Hungría, país que –bajo el régimen de Horty [4]– participó en la agresión hitleriana antes de ser liberado y posteriormente ocupado por el Ejército Rojo. En el momento de la protesta del presidente estadounidense, se había hecho evidente para el mundo entero, incluso para los dirigentes británicos, que sólo quedaban dos esferas de influencia.