14 mayo 2010

De la cohabitación incestuosa entre vencedores y vencidos ha nacido la nueva pesadilla del pueblo español: "El Esperpento institucional", su victima hoy, el otrora mediático, juez Garzón.

España es la cuna del ‘esperpento’: un género literario que, según explica la Real Academia de la Lengua, “deforma sistemáticamente la realidad, recargando sus rasgos grotescos y absurdos”.
Pues ahora mismo, posiblemente para evitar que decaigan las tradiciones, los máximos dirigentes de la judicatura en España están ofreciendo al mundo un perfecto ejemplo de esperpento.



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En un procedimiento absurdo y grotesco, deformando la realidad hasta el punto de saltarse a la torera, muy español también eso, sus propias reglas, el Consejo General del Poder Judicial quiere suspender al juez Baltasar Garzón. Es decir, apartar de su trabajo, aunque sea temporalmente, al juez que mandó arrestar al dictador Pinochet.

Desde luego que no es lo único que ha hecho el juez Garzón, quien, recientemente, destapó una trama de corrupción en el principal partido de la oposición, los conservadores del Partido Popular. Con el dinero de los contribuyentes adjudicaban ricos contratos a sus amigos; un “todo vale” que incluso alcanzaba la organización de una visita del Papa a España. Paralelamente, en otro caso, el juez intentó investigar crímenes cometidos por la dictadura de Franco, que dejó miles de “desaparecidos” entre sus adversarios, asesinándolos y enterrándolos en las cunetas de los caminos durante la guerra civil. A nadie le extraña que los conservadores no le perdonan a Garzón ni lo uno ni lo otro.

Aún más extraño es que tampoco le perdonen sus ex-compañeros del partido socialista español. “Ex compañeros” en el sentido de que Garzón desempeñó un alto cargo en un Gobierno socialista anterior, para posteriormente regresar a la carrera judicial y amargarles la vida con procesos por abuso de poder, sobretodo en los ministerios de Justicia y de Interior. Algunos y algunas rivales de Garzón de aquella época se sientan hoy en el Consejo General del Poder Judicial, lo cual explica parte del esperpento que España está viviendo ahora.

La otra parte de esta “realidad absurda” tiene su origen en cuestiones que superan los límites de los odios personales y de una época más alejada: la famosa Transición Española, cuando se pasó de la dictadura a la democracia. Para conservar la ‘santa paz’ en casa, España decidió que no habría venganzas, ni apenas limpiezas en el aparato del Estado, sobretodo en la judicatura, donde no hubo “borrón y cuenta nueva” y los jueces seguían siendo los que Franco había nombrado y, en buena parte, son ahora los sucesores que esos jueces conservadores han promovido a los mejores cargos en su profesión. Es decir que la judicatura española es, y quiere seguir siéndolo, mucho más conservadora que la sociedad a la que debe servir. Por ejemplo, bloqueando el ascenso de jueces progresistas o que no son “controlables” por los conservadores.

Los hombres hacen su propia historia, "pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismo, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen, y que les han sido legadas...". El peso de la historia, el desarrollo de los acontecimientos anteriores, el proceso vivido por las sociedades, juega en el diseño del porvenir y, para decirlo en las propias palabras de Marx "la tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos".

Para encontrar el camino de la democracia y la verdadera republica, el pueblo español, mas allá del juez Garzón, no tendra mas remedio, que exhumar a sus muertos y darles legitima sepultura.


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