11 marzo 2010

La gente no aprendió nada del 2001

por Jorge Devincenzi


Si la política fuera el arte de de transformar la realidad, la actual oposición al gobierno nacional no busca transformar, en cuanto a superar, profundizar o enriquecer lo logrado sino, por el contrario, volver nuevamente hacia atrás y cambiar algo para no cambiar nada.

Las nuevas mayorías parlamentarias critican “los modos crispados” de los Kirchner, sobreactúan frente a las cámaras de televisión, recurren a la más manifiesta ilegalidad, como ocurrió en el Senado, síntoma claro de lo que se traen bajo el poncho, lo que pone en otro contexto cuál es la seguridad jurídica de dicen defender.

Si no se trata de ingenuidad – improbable en personajes como Rodríguez Sáa, Sáenz y Menem- ocultan que tras la crítica a “los modos”, vienen por un plan de ajuste que significará nuevamente empobrecimiento, liquidación de puestos de trabajo y mayor endeudamiento externo.





Y si la clase política actúa así es por el apoyo explícito o silencioso de amplios sectores sociales que no han aprendido nada de lo sucedido en 2001.

No se entendió que fue el corolario necesario, la culminación de un modelo económico vigente por más de dos décadas, basado en el saqueo del patrimonio nacional, en el empobrecimiento generalizado de la población, en la derogación de los derechos sociales y económicos, y en la vigencia de un peso equivalente a dólar, un fenómeno ilusorio que se sostenía gracias al endeudamiento externo. Esa riqueza falsificada permitió a amplios sectores medios gozar de un rápido bienestar ficticio, a costa del empobrecimiento de muchos otros.

A pesar de una temporada veraniega con niveles de consumo inéditos en los últimos 50 años, las clases medias despotrican porque añoran el dólar barato, los viajes a Miami, al deme dos. No han aprendido nada de 26 años continuos de un modelo económico que tuvo que recurrir, para consumarse, a la represión estatal bajo un régimen de facto primero, luego al doble discurso radical, a la adulteración de la naturaleza histórica del peronismo después, y por fin, a una Alianza que se encargó de hacer el trabajo sucio del fin del espejismo neoliberal.


Se argumenta que los Kirchner gritan, que tienen una política destemplada y autoritaria, cuando en rigor contamos con una Presidente que ha hecho gala de una condición de estadista infrecuente en la mediocre clase política nativa, pero sus discursos parecen querer hacer razonar a una población sin deseos de escuchar, obnubilada por los vidrios de colores de los 90.

Quien esto escribe pudo comprobarlo en la indiferencia y la agresión verbal que se percibió contra los integrantes del Espacio Carta Abierta Mendoza, quienes habían concurrido al Carrusel correspondiente a la Fiesta de la Vendimia del año del Bicentenario con carteles y panfletos en los que se planteaba precisamente esta cuestión. En rigor, otra manifestación más de lo que expresaron las elecciones de junio en los grandes centros urbanos: como en Córdoba, Buenos Aires y Rosario, Mendoza le dio la espalda a los K respaldando fuertemente al cobismo.

La oposición esconde sus intenciones, y el engaño requiere siempre de algún ocultamiento. Ahora “las reservas son de todos los argentinos”, cuando antes éramos derechos y humanos, íbamos por el salariazo y la revolución productiva y creíamos que achicar el Estado era agrandar la Nación.

Sin embargo, aquello que hoy parece reivindicarse se refiere a períodos en los que la ley y los derechos sociales e individuales fueron vulnerados como nunca antes.

El arco opositor esconde dos planes distintos pero complementarios, tales como los que se sucedieron luego de 2001, cuando un sector del justicialismo pretendía dolarizar la economía y el otro, devaluar. Y lo hace con el argumento engañoso de que “las reservas son de todos los argentinos” y por lo tanto no pueden usarse para pagar deuda.

Entre 1976 y 2001, el país pagó 212.280 millones de dólares en intereses de la deuda externa y se fugaron al exterior otros 70.000 millones. ¿Cómo se obtuvieron esos fondos en divisas que el país no emitía? Con reservas, siempre con ellas, y cuando estas no fueron suficientes, se debió recurrir a mayor endeudamiento o a un standy-by del FMI.

¿Cómo se generaban reservas durante los 90? No como hoy, de la balanza comercial (es decir, producción y trabajo) sino endeudándose en dólares: el país debía pedir al exterior un dólar (a interés) por cada dólar-peso que circulaba internamente, de modo tal que la masa circulante (de dólares igual pesos) estaba garantizada por un monto equivalente en el Banco Central, con dólares prestados por el sistema financiero.

Y el modelo estalló cuando fue imposible seguir consiguiéndolos a tasas razonables, ya que se refinanciaban intereses convirtiéndose en nueva deuda por el sistema de anatosismo (interés del interés).

¿Eran entonces las reservas de todos los argentinos o más bien, como se comprobaría luego, “la deuda de todos los argentinos”?

Con o sin superávit fiscal, el Estado debe girar pesos al BCRA (es decir, sacarlos de circulación, lo que significa menos pesos disponibles para todos nosotros), convertirlos en dólares y pagar con ello las deudas contraídas.

Claro que no todos las pagamos de la misma manera. Con Duhalde, los grupos económicos concentrados pudieron pesificar sus deudas con el exterior, y eso se hizo al costo de que la totalidad de la sociedad pagara el ingreso de los dólares necesarios, un mecanismo muy parecido a la estatización de la deuda privada que diseñaron Cavallo y Liendo en el 82.

En diciembre pasado, oficialismo y oposición votaron favorablemente la inclusión de los holdouts en el canje de la deuda adquirida con anterioridad a 2003, cuya principal condición es una quita mayor al 65%.

Si el país sigue acumulando reservas al ritmo actual, los acreedores estarán en condiciones de reclamar que se les abone sin quita, muy lejos del 65% que se arregló con la renegociación de 2004, como bien lo señala una nota del economista Walter Graciano aparecida en Ámbito Financiero, a quien no puede tacharse de oficialista. Y si los fondos no se sacan de las reservas, habrá que sacarlos del circulante.

En otras palabras, con argumentos aparentemente basados en buenas intenciones, la oposición política es funcional o responde a los intereses de los acreedores.

¿Y con qué se pagaría la deuda según la oposición?

Pues con pesos, los que tenemos cada uno de nosotros en el bolsillo. Y para hacerse de ellos, necesita sacarlos de circulación con reducción de sueldos, jubilaciones, planes sociales, subsidios (a las empresas de transporte, por ejemplo, con lo que aumentarían las tarifas), obra pública y liberación total de precios.

Pero como los acreedores no tendrán interés en esos pesos argentinos, ni en bonos garantizados por pesos argentinos, habrá que cambiarlos por divisas del Banco Central provenientes de las reservas, o utilizándolas como garantía de la nueva deuda.

Así de simple. Entonces, terminemos con el culebrón de que las reservas son de todos los argentinos.

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