Por Walter Moore y Marcelo Gullo
La unión democrática se recicla…cada vez que el imperio la necesita
En 1945 el embajador norteamericano Braden vino a hacerse cargo de la principal colonia británica, tomada en pago por la vital ayuda que prestara a Inglaterra para que no se la engullera el nazismo alemán.
Cuando aquí el grupo militar al mando no quiso cederla y el pueblo entronó a su líder como jefe del Movimiento Nacional y Popular, Braden organizó a todos los partidos políticos del sistema (radicales, conservadores, socialistas, comunistas y liberales varios) en un único partido que llamó Unión Democrática, que ahora se reciclan para oponerse al gobierno nacional, no por sus defectos, sino por sus virtudes.
Es una extrañísima junta, no tiene ningún partido que las lidere (el radicalismo quedó fuera del juego después de los desastres de Alfonsín y De la Rua y los otros no tienen entidad política para aspirar a gobernar la Argentina), ni tampoco aparece ningún líder que pudiera amalgamar sus esfuerzos.
Su único soporte son los medios de difusión monopólicos, que al pelearse con el gobierno, este muestra todas sus trapisondas, con lo cual El Gran Diario se comporta como un vulgar pasquín propagandístico de esta Unión Democrática Reciclada, sin ideas, sin propuestas y sin personalidades que la avalen.
Las reuniones que han trascendido de muchos de sus referentes con miembros de la Embajada norteamericana explican de dónde sacan su energía para el presente griterío.
Como hace 65 años atrás, el líder de esta nueva Unión Democrática se aloja en la Avenida Colombia de Buenos Aires, vecina a la Sociedad Rural y enfrente del alojamiento de los gorilas.